“Fuente Ovejuna lo hizo”
Lope de Vega
En las últimas semanas una campaña se ha vuelto popular en el Perú con la ayuda de las redes sociales y con la posterior cobertura de los medios de comunicación como la televisión. Esta campaña denominada “Chapa tu Choro”, hace un llamado a la población para que se organice en sus barrios y haga justicia popular. Debido al clima de inseguridad que están alcanzando algunas ciudades en el país y al encontrarse desbordado el apoyo policial que puede brindar el estado, los medios han podido corroborar que se ha producido una suerte de generalización de castigos populares a supuestos delincuentes que incluso en unos pocos casos han terminado con la muerte de la víctima.
La opinión pública ha reaccionado con diferentes opiniones, por un lado están los que según sus palabras propugnan la defensa del estado de derecho y la civilización, velando por no terminar convirtiéndonos en un estado de barbarie. Por otro lado están los que manifiestan que tienen el derecho a defenderse de los delincuentes y asumir la justicia con sus propias manos cuando no reciben el apoyo adecuado de la policía y el estado que los proteja.
Lo cierto es que este caso no es nuevo en la historia del Perú donde en muchas regiones andinas y otras zonas del país donde no existe una fuerte presencia del estado, existen organizaciones populares que se encargan de velar por la seguridad de los pobladores e incluso de hacer justicia popular. En los ochentas muchas de las famosas rondas campesinas, fueron parte de la estrategia de lucha contra Sendero Luminoso, pero estas fuerzas de defensa social no se formaron solamente para luchar contra el terrorismo sino que siempre existieron en el engranaje social de esos pueblos desde tiempos antiguos.
Con las migraciones de las últimas décadas las grandes ciudades recibieron muchas personas que constituyeron nuevos barrios urbanos en las periferias y también se asentaron en barrios ya constituidos pero también trajeron muchos de esos engranajes de cooperación social que estaban latentes y que les permite apoyarse unos a otros y generar fácilmente un capital social. Ante amenazas externas como lo fue en su momento el terrorismo y ahora lo es la inseguridad estos mecanismos se activan, entonces ante la inoperancia del estado buscan crear sus propias formas de defenderse. Las antiguas rondas campesinas se transformaron hoy en rondas vecinales pero en esencia cumplen los mismos propósitos, la defensa de la comunidad.
En un entorno más urbano y a los ojos de los medios de comunicación y mucho más cerca de las instituciones estatales es más difícil tomar la justicia en las manos o justicia popular como la opción más viable. Sin embargo las personas consideran que existe un derecho legítimo a defenderme allí donde soy violentado y ante esta amenaza esos resortes sociales se activan automáticamente y aparecen líderes que organizan a la comunidad. Está en el inconsciente de los peruanos, como un elemento cultural que ha perdurado por generaciones y nos ha permitido sobrevivir en situaciones donde no teníamos un estado que velara por nosotros.
Cuando el pueblo decide tomarse la justicia por las manos y protegerse de la inseguridad en sus barrios, entonces las autoridades realizan las pesquisas correspondientes y la respuesta es muy parecida a la que recreo Lope de Vega en su inmortal obra que reflejaba un hecho histórico ocurrido en el siglo XV, “Fuente Ovejuna lo hizo”.
En estos tiempos modernos la situación reclama una participación más activa del estado en combatir la delincuencia y dar una solución a la población, pero no debemos desconocer esas instituciones sociales que habitan en nuestro inconsciente y que se activarán automáticamente cuando nos sintamos amenazados. El espíritu de Fuente Ovejuna habita en nosotros como en gran parte de la humanidad, sólo está dormido y es responsabilidad de nosotros que permanezca dormido generando alternativas más acorde con una civilización moderna.