“Ya es casi habitual ver a un número considerable de venezolanos vendiendo arepas en varias calles de la capital. Enfundados en prendas que hacen alusión a su país o resaltando por su llamativo acento”
RPP edición online del 4 de Abril del 2017
La noche del último sábado salimos a una calle céntrica de Miraflores, distrito bohemio de Lima a tomar unos tragos con mi esposa y una pareja de amigos. Visitamos varios locales cercanos antes de animarnos a pasar la velada en uno de ellos, hacía algún tiempo que no teníamos oportunidad de caminar por esa zona. Una vez instalados en el bar escogido se acerca una mesera con un acento bastante marcado que rápidamente identificamos como venezolano. Después escuchamos que ella hace el pedido de bebidas al barman y este le responde amablemente con el mismo acento. Lo curioso fue que en todos los locales de la calle que visitamos antes de animarnos por uno de ellos fuimos atendidos por meseros venezolanos.
Uno de nuestros amigos que administra un negocio de mariscos y pescados nos cuenta que él también ha decidido contratar a tres meseros venezolanos para su restaurante. Muchos de ellos son profesionales y bien educados nos cuenta, además están dispuestos a trabajar con un sueldo menor al del personal nacional, que debido al auge de la industria gastronómica ha subido sus pretensiones salariales. Para ellos un sueldo mínimo más propinas representa una suma considerable que les alcanza para vivir e incluso poder enviar algunos dólares que después de ser cambiados en el mercado negro venezolano representan un importante monto de dinero en bolívares, la moneda venezolana tan devaluada en los últimos años.
El número de inmigrantes venezolanos en Perú y en las principales ciudades latinoamericanas viene aumentando rápidamente en los últimos años. La denominada “diáspora venezolana” aumentó durante el gobierno del presidente Chávez empezando con una fuga de talentos y capital que en una primera etapa llegó en gran número a las principales ciudades colombianas ubicadas muy próximas al país llanero. Con las políticas duras de Maduro parece haber aumentado el volumen de este éxodo, alcanzado las principales ciudades de la región y podría convertirse en un problema con repercusiones sociales y económicas en los próximos años si no se toman medidas preventivas.
Venezuela que en los años sesenta gozaba de una bonanza económica gracias a la economía basada sobre los precios altos de su petróleo fue un gran receptor de migrantes de los países vecinos, quienes buscaban poder forjarse un mejor futuro y también escapar de las dictaduras que detentaban en poder. Con los años ya es conocida la historia política de este país y la actual crisis tanto económica como social que ha obligado a muchos venezolanos a buscar un mejor porvenir.
A diferencia de otros migrantes los venezolanos han sido recibidos bien en los países latinoamericanos por los ciudadanos que simpatizan con ellos y deploran el estado en que el poder político ha dejado su país. Por ahora son tolerados y hasta se han convertido en parte pintoresca del centro de las ciudades los vendedores de arepas venezolanas identificados por ropa con los colores de la bandera de su país. Pero conforme aumenta el número los servicios públicos de las ciudades van sintiendo el impacto y los trabajadores locales que son despedidos para ser reemplazados por mano de obra venezolana más barata y calificada pueden ejercer una presión social hostil hacia ellos.
Estamos ante una situación complicada donde un país vecino que en su momento recibió con los brazos abiertos a muchos de nuestros conciudadanos ahora nos pide la misma reciprocidad. Los gobernantes de los países de la región tendrán que manejar la situación con tino para disminuir las externalidades negativas de esta inmigración y los ciudadanos debemos ser tolerantes con estos hermanos latinoamericanos que hoy buscan escapar de la crisis que azota su país.