«Asumimos el mandato del pueblo de Cataluña expresado en el referéndum de autodeterminación del 1 de octubre y declaramos que Cataluña se convierte en un Estado independiente en forma de república»
Junts pel Sí y la CUPSamuel (grupos independentistas representados en el Congreso Cataluña)
Hace una hora una noticia de última hora remeció las rotativas del mundo y los primeros tuits empezaron a aparecer en la mañana de nuestros países latinoamericanos, el parlamento de Cataluña acababa de declarar la independencia después de una accidentada sesión donde el apoyo de los movimientos separatistas, así como el abandono del hemiciclo por parte de liberales, socialistas y conservadores caracterizaron la votación.
Inmediatamente apareció un tuit del presidente de España Mariano Rajoy pidiendo tranquilidad a la población y asegurando que la legalidad se instaurará. El Senado español se reúne de urgencia analizando las medidas que tomará y que seguramente incluirán una intervención de la región y el cese de las autoridades catalanas, con todo el riesgo de protestas sociales y hechos de violencia que esto podría acarrear.
Sin embargo imaginemos por un momento que Cataluña logra ejercer su autonomía recientemente lograda y a pesar de todo consigue que España reconozca su condición de nueva república independiente. Entendemos que es por ahora un escenario negado ante las inmediatas reacciones del gobierno español pero asumamos que ocurre de esa manera y exploremos las posibles implicancias para la nueva república de Cataluña.
Al inicio un gran júbilo acompañará a un gran porcentaje de la población que está de acuerdo con la independencia, habrán marchas de apoyo lideradas por los jóvenes idealistas y los líderes de los partidos independentistas se pasearán en hombros. Lemas sobre el orgullo catalán y una serie de normas que garanticen esta autonomía se expedirán con rapidez a través del nuevo gobierno.
Sin embargo, a los días de finalizados los festejos y después de que la algarabía inicial empiece a decrecer muchos catalanes se dirigirán a sus centros de labores y se encontrarán con las puertas cerradas porque sus empresas decidieron cerrar y mudarse a otras ciudades dentro de la influencia española. Una súbita caída de las acciones de las empresas catalanas acompañará la renuncia de muchos de sus directivos. Con la finalidad de distraerse de la situación una multitud se dirigirá al mítico estadio Camp Nou, templo de la ciudad y donde se gestaron muchas hazañas deportivas. Un letrero de “estadio clausurado por desafiliación del equipo de la liga española” reflejará la mirada atónita de los hinchas locales.
Una de las ciudades más hermosas de Europa verá cómo miles de turistas abandonan la ciudad atemorizados por la incertidumbre de lo que va a ocurrir. Los monumentos como la Sagrada Familia serán mudos testigos de éste éxodo. La Comunidad Económica Europea ya adelantó que no reconocería esta independencia así que el Euro no se sabe si seguirá teniendo valor en los establecimientos de la ciudad condal. Universidades y Escuelas de Negocios catalanas que se han ganado una reputación en el mundo y sobre todo en nuestros países latinoamericanos verán la suspensión de los convenios académicos con sus pares del mundo así como el abandono masivo de alumnos extranjeros preocupados por la posibilidad de que sus títulos no sean convalidados en sus países de origen ni en la Comunidad Económica Europea.
Algunos productos que venían de otras regiones españolas subirán de precios ante la suspensión de relaciones comerciales. En general empezará un aislamiento internacional por parte de países vecinos temerosos de que el mal ejemplo alcance a sus propios territorios.
Se vienen tiempos difíciles para una de las ciudades más emblemáticas hasta hace unas horas de España. Su espíritu de rebeldía y constante competencia con Madrid había hecho que Barcelona se gane la simpatía del mundo, sin embargo ahora se encuentra frente al reto más importante de su historia y el panorama no se ve alentador.