“Los hombres son tan simples, y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que quien engaña encontrará siempre quien se deje engañar”
Maquiavelo
Haciendo un balance de las noticias sobre los hechos de corrupción en el Perú podemos observar que buena parte de la clase dirigente peruana se ha visto involucrada en investigaciones sobre casos de corrupción. En el sector público, empezando por la más alta magistratura de la nación, tenemos a varios ex presidentes comprometidos, ex alcaldes, presidentes regionales y por el lado del poder legislativo hay muchos congresistas que son materia de investigación también.
Podemos seguir enumerando los cargos públicos más importantes que se han visto involucrados en hechos de corrupción durante los últimos tiempos y tenemos un Contralor General de la República, Miembros del Consejo Nacional de la Magistratura, Vocales Supremos, Fiscales de la Nación y recientemente acaba de ser detenido un ex Director General de la Policía en un operativo contra el tráfico de niños. Estos son los casos más resaltantes de un número muy grande de otros cargos públicos.
En el sector privado a raíz del destape del caso Lava Jato los ejecutivos de las principales empresas constructoras del país se vieron involucrados en hechos ilícitos e incluso tuvieron que ingresar a prisión por un período como parte de procesos judiciales aún en curso. Nos preguntamos qué está ocurriendo en el país para que los líderes y las personas que ostentan el poder estén involucradas en casos ilícitos e inmorales.
Al revisar uno de libros más famosos en materia de estrategia política de todos los tiempos, me refiero a “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo, quizás encuentre una respuesta a la conducta de nuestros líderes. De pronto nos estamos dando cuenta que en situaciones de luchas de poder como las que vivimos en el país y donde hay en juego muchos intereses de por medio, la moral no está en armonía necesariamente con el ejercicio del poder. Muy por el contrario como nos ilustra el caso de los “Cuellos blancos”, el poder implica siempre un ejercicio de intercambio de favores ilícitos. En estas circunstancias los actos cometidos por los magistrados y fiscales comprometidos eran abiertamente inmorales porque esa era la base del poder que detentaban estos personajes.
Al final la obtención y mantención del poder termina convirtiéndose en un ejercicio carente de moralidad y donde el fin siempre justifica los medios. Es una reflexión válida en estos tiempos y que quizás explique la atracción que tienen en los últimos años cargos como los de congresistas de la nación, para personajes que representan intereses oscuros como el narcotráfico o simplemente para cazadores de fortuna. Estos últimos ven en su ingreso a la política la forma de convertirse en parte de ese sistema de favores ilegales que les puedan permitir rentabilizar su inversión en las campañas políticas.
Nos preguntamos si la política se ha convertido en un ejercicio donde el fin justifica los medios. Esta permisibilidad moral de repente siempre existió en la política como bien nos recuerda Maquiavelo y la única forma de asegurar el poder es estando dispuesto a jugar con esas reglas de juego.
A la luz de los hechos de corrupción observados y cerca del bicentenario patrio es un buen momento para reflexionar como sociedad y pensar que son los líderes actuales quienes están llamados a dirigir el rumbo en los próximos años, pero también que existe el deber de influir en las nuevas generaciones a través de la educación y un cambio de mentalidad para que puedan asumir en un futuro un liderazgo más moral y ético. Estoy convencido que esa será la única forma de trascender como sociedad en el próximo siglo o de lo contrario seguiremos envueltos en las mismas premisas de Maquiavelo con las consecuencias y perjuicios sociales de los cuáles somos hoy víctimas como ciudadanos.