«Eres mi presente y serás mi futuro y lo mejor que me ha pasado»
Frase anónima
Pocos sentimientos pueden ser comparables al amor que uno siente por sus hijos y cuando estos son pequeños y necesitan de nuestra protección y cariño afloran en nosotros emociones indescriptibles. Hace unos días se acercaba el santo de mi pequeña y mi esposa estaba ingeniándoselas para hacer una celebración acorde a estos tiempos de pandemia y distancia social.
El reto no era menor, tratar de hacer sentir a nuestra hija feliz ahora que ya se empieza a dar cuenta de todo lo que ocurre a su alrededor. A veces ella pregunta por qué hace tiempo que no la llevamos a pasear a la calle y solo nos limitamos a decirle que pronto volveremos a nuestra rutina de paseo pero que por ahora es mejor jugar dentro de casa. Incluso a pesar que no sale, tiene una pequeña mascarilla adaptada a su carita que ella ha reclamado de tanto vernos usarla, cada vez que debemos recibir una provisión de víveres o salir por una compra.
También estaban los abuelos que sabían que se acercaba el gran día para ella y a quienes ya las video llamadas no bastan para saciar esas ansias de abrazarla y besarla, de cantarle una canción o simplemente de sentarse con ella a jugar con sus peluches. Los tíos y primos también estaban a la expectativa porque, aunque sabían que no podían verla físicamente deseaban enviarle un saludo, aunque sea virtual.
Llegó el gran día y allí estábamos nosotros tres, solos, pero más unidos que nunca, mi esposa, nuestra pequeña y yo. En la sala una decoración temática, globos y en el centro de la mesa una pequeña torta con una vela que la agasajada estaba lista para apagar. Levantamos la vista y en frente teníamos la computadora, desde donde un coro de voces a la distancia acompañaba el ya tradicional “happy birthday to you”. Se veían en pequeños recuadros a los abuelos visiblemente emocionados, a los padrinos que sonreían, a los tíos y primos que acompañaban la canción con unas palmas, a la primita conectada desde Italia a pesar del cambio de hora y a unos amigos queridos tarareando la letra de la canción.
La celebración duró solo quince minutos, donde todo empezó muy puntual, dedicando unas palabras de saludos a quienes se iban conectando a la reunión, después cantamos todos juntos happy birthday y terminamos con un agradecimiento general como despedida. Fue todo muy rápido, pero no por eso menos intenso y emotivo. Nos sentimos acompañados en la celebración a pesar de la distancia y la sonrisa de nuestra pequeña fue la mejor recompensa.
Cuando ya había terminado la reunión familiar, mi pequeña insistió en volver a cantar el happy birthday porque deseaba apagar la vela de nuevo. Allí estaba ella con dos de sus deditos levantados en señal de que ahora tenía dos años y bien abrazada de una muñequita que habíamos rescatado de un presente que quedó pendiente de entregarle en navidad. Nos abrazamos los tres y sonreímos, después mi esposa procedió a cortar la torta que probamos y esta vez nos sobró mucho. No habría otras porciones que compartir con invitados físicos y solo quedamos nosotros junto a la mesa.
Las sorpresas para nuestra pequeña protagonista no acabaron aquí, pues en otra reunión zoom la esperaban un par de animadoras que haciendo gala de sus cualidades de profesoras de educación inicial entretuvieron a un grupito pequeño pero significativo de sus amigos del nido. Recién cumplió dos años, pero ya empieza a tener su propia vida social y la distancia física no es excusa para reunirse.
Nos embargaron sensaciones diferentes al organizar el santo, porque tocó programar una reunión en zoom, hacer una invitación virtual a la que mi esposa le dio su toque original y por supuesto entrenar a mis padres el día anterior en el ingreso y uso de zoom, valiéndonos de un sobrino que vive con ellos. Son de otra generación y no les ha sido fácil ingresar al zoom al inicio, pero creo que valió la pena para ellos el esfuerzo por la experiencia vivida. Mi madre suele emocionarse con estos acontecimientos y esta vez no fue la excepción. Ella ha aprendido a usar el WhatsApp rápidamente y suele esperar con ansias las video llamadas para poder verse con su nieta a quien tanto extraña.
En solo unas semanas nuestro mundo ha cambiado completamente. Encerrados en casa hemos aprendido a valorar más el tenernos el uno al otro como familia, pero también hemos tenido que acostumbrarnos a trabajar a distancia mientras nuestra pequeña juega alrededor, también nos hemos reunido virtualmente con muchos amigos incluso del extranjero que en nuestra anterior vida (previa al Covid-19) no veíamos hace mucho tiempo.
Miro atrás y hay algunas cosas que extraño como las salidas al cine con mi esposa, las pichangas futboleras con los amigos del barrio, las miradas atentas de mis alumnos en clase, sin embargo, hoy veo a mi pequeña y en sus ojos veo alegría. Es la felicidad de tenernos a su mamá y a mí para ella a tiempo completo, intercalando el trabajo y los deberes de la casa con el juego. A veces estoy sentado en la silla del comedor preparando mi clase y ella se acerca, me jala de la mano y me dice con su voz de niña “Aitana no quiere que papá trabaje”. ¿Quién puede resistirse a esa mirada y esa sonrisa traviesa?
5 respuestas
Que bonita experiencia con tu hija estimado Oswaldo. A veces nuestros pequeños hijos -tengo uno de 9- nos hacen ver la simpleza del mundo, de la vida, de la felicidad, de lo sencillo que puede uno ser feliz. Y coincido contigo cuando dices: «en nuestra vida anterior…» Por que así va a ser esto, así es, nuestra vida antes, durante y después del covid-19, y creo que estamos aprendiendo muchas cosas estimado Oswaldo. Un abrazo y Dios bendiga a tu familia y en especial a tu hijita.
Rolando muchas gracias por tus palabras de motivación. Un abrazo
Felicidades y bendiciones para tu bella familia amigo.
Definitivamente los dos años de tu bebé quedarán para recordarlos como una experiencia de vida de la cual siempre se hablará con los años.
Un gran abrazo.
Gracias Edward por tus palabras sobre todo viniendo de ti que tienes una hija que ya está estudiando en Alemania. Un abrazo
Y bueno, mi pequeño ya cumplió 25 años… , pero al igual, estamos disfrutando de los desayuno, los almuerzos y las cena juntos. Conversando mas que hace unos meses. Un lujo que el dí al día ya no nos permitía. Toda crisis siempre trae algún cambio positivo.
Felicidades