“La confianza es el lubricante de cualquier sistema económico. Si las personas confían y se respetan entre sí, el país podrá trabajar de manera más eficiente y competitiva”
Francis Fukuyama
En estos momentos Japón acaba de sufrir una de las peores tragedias de su historia debido a un terremoto de gran magnitud que ha cobrado miles de vidas y se calcula que le costará al país del sol naciente un aproximado de 100,000 millones de dólares para su reconstrucción y recuperación económica. El país del sol naciente deberá de recurrir a su mayor capital social basado en la confianza para la reconstrucción del país.
Aún recuerdo con nostalgia aquellos años que me tocó vivir en el Japón y donde pude aprender muchas lecciones de vida. Lo primero que me llamó la atención fue el esquema de Sempai – Kohai, donde existía una jerarquía muy marcada del sempai quien era una suerte de autoridad pero también de guía y mentor para el kohai.
Una persona por antigüedad en la organización (colegio, universidad, empresa) tenía un poder al cual otra persona por ser mas nueva se veía sometida. Era común que el kohai realizara labores para el sempai, pero después pude entender que el esquema estaba inmerso en un sistema social que permitía una guía y desarrollo para los novatos en toda clase de organización, y sobre todo que ser sempai implicaba muchas responsabilidades.
El respeto y los valores se cultivan desde muy niños en los japoneses y éstos van formando la personalidad de las personas. Era por ejemplo muy común que después de jugar un partido de fútbol o realizar cualquier otra actividad deportiva, los mismos participantes se organizaran para limpiar el lugar y ordenar los instrumentos utilizados.
La importancia que debe de tener el grupo sobre el individuo se enseña a los niños japoneses para que ellos vayan aprendiendo a desenvolverse en un sistema cooperativo de forma natural, donde cada uno tiene un rol asignado y existen reglas de convivencia que permiten crear redes poderosas en las organizaciones de base como colegios y clubes deportivos, que luego serán replicadas en las empresas.
Es muy fácil entender cómo las redes sociales y el formar parte de un grupo constituyen todo para una sociedad como la japonesa, donde la antigüedad en la organización y la fidelidad a la compañía se premian sobre un logro individual. De allí que los trajes oscuros que utilizan muchos de los salaryman o trabajadores de las empresas representen un simbolismo para acudir diariamente a la Kaisha que es la empresa pero que a la vez representa de alguna forma un lugar sagrado, donde se juntan para realizar sus labores pero que también representa un sentido de pertenencia a una organización mayor.
Otra experiencia importante me ocurrió cuando tuve que realizar un pago en la universidad para un trámite administrativo. Una vez que entregué el dinero a la encargada de la oficina, ella ni siquiera lo contó y debió de estar sorprendida por mi mirada por que a continuación me dirigió la palabra para indicarme que el monto era el correcto y que si necesitaba algo adicional. Yo por supuesto esperaba por lo menos un recibo, tan acostumbrado estaba a nuestros sistemas latinoamericanos donde la desconfianza guía nuestros razonamientos.
Existen aún algunas prácticas comunitarias sobre todo en las zonas rurales donde los vecinos se organizan y cooperan unos con otros en la construcción de sus casas, además comparten actividades sociales y se apoyan mutuamente. El Japón en estos momentos cuenta con un gran porcentaje de su población que es anciana y que requiere de cuidados y servicios comunales que son brindados por la sociedad, y donde el estado participa conjuntamente con la población en su financiamiento.
Un día un profesor universitario japonés me explicaba que estaban realizando unas reparaciones en su departamento y él por encontrarse trabajando había tenido que entregar las llaves al operario designado por la empresa de servicios. Inmediatamente le pregunte si no tenía miedo que ese trabajador pudiera sustraer algo de su departamento y el me contestó que en el sistema japonés era importante confiar en las personas, eso era parte de su viabilidad económica. Además me comentó que si ese trabajador cometía el error de sustraer algo del departamento el propio sistema se encargaba de que nunca mas vuelva a conseguir trabajo en otra empresa.
Traducido a términos económicos la confianza y el capital social constituyen no sólo una fuente que genera trabajo cooperativo sino también el ahorro de muchos costos, por ejemplo los costos que significan medidas de seguridad como rejas y alarmas de las casas que nosotros tenemos que invertir para proteger nuestra propiedad. También y más importante aún son los ahorros en los costos de transacción de las operaciones comerciales, desde las mas simples hasta las mas complejas, porque al creer y respetar la palabra empeñada uno se evita muchos conflictos judiciales y contratos engorrosos que requieren inversiones grandes de dinero.
Como dice Francis Fukuyama en su obra “Confianza. Las virtudes sociales y la creación de prosperidad”, adquirir esta tendencia a la sociabilidad es mucho mas difícil que adquirir cualquier otra forma de capital social, pero también por que está basada en un hábito de ética, es mucho más difícil de modificar o destruir. En ese sentido confiamos en que el Japón se volverá a levantar como ya lo hizo una vez después de la segunda guerra mundial y que para lograrlo nuevamente recurrirá a su mayor capital social, la confianza.