«No conté ni la mitad de lo que vi, sabiendo que no me creerían”
Marco Polo
Cuando Marco Polo contaba de sus aventuras en Asia a los ciudadanos de Venecia estaba seguro que captaba su interés pero no sabía si le creían todo lo que decía, por esa razón acuñó su famosa frase “no conté ni la mitad de lo que vi, sabiendo que no me creerían”. Después de regresar de mi corto viaje a la India me sentí un poco como Marco Polo porque venía cargado de historias y experiencias pero no estaba seguro si sería capaz de transmitir lo vivido a mis amigos, sin embargo decidí arriesgarme y empezar por contar la que considero que es la mejor vivencia que tuve en esta aventura en la India.
Delhi es la capital nacional de la India y una urbe que hierve con sus cerca de veinte millones de personas y una temperatura que fácilmente puede llegar a pasar los cuarenta grados en verano. Visitar Delhi es encontrarse de pronto en medio de un tráfico caótico pero también a punto de vivir experiencias inolvidables a la vuelta de cada esquina. La primera sorpresa es el sentido del tráfico que parece desafiar toda lógica y puede uno encontrarse carros viniendo en los dos sentidos en una avenida de un momento a otro, poniendo los pelos de punta a un distraído turista no acostumbrado a los avatares de esta mega ciudad.
Los vehículos que hacen sonar sus bocinas, las motos que inundan todo, los moto taxis, por allí alguna carreta jalada por caballos o una vaca pueden de pronto encontrarse cruzando una calle y no debe sorprendernos. La vida es agitada y la colorida ciudad con sus hermosos templos se presenta ante los visitantes que hacen largas colas pasando innumerables medidas de seguridad antes de ingresar a cualquier monumento.
Luego de visitar el Fuerte Rojo que es uno de los monumentos recomendados en una visita a Delhi decidí caminar hacia un tumulto de gente que se arremolinaba alrededor de los turistas y que en un inglés bastante entendible te ofrecían una aventura inolvidable en lo que ellos llamaban su helicóptero. Se trataba de una bicicleta que jalaba una pequeña carreta con dos asientos y que en hindi se llama rickshaw. Al frente se veía un enorme mercado multicolor y con no pocos temores de mi lado decidí aceptar la oferta de un paseo por dos horas. Fue una de las mejores decisiones de mi vida y el inicio de una aventura que no olvidaría jamás.
Inmediatamente mi ahora amigo Akbar se puso al timón y emprendió el camino primero cruzando la avenida entre el Fuerte Rojo y el mercado de Chandni Chowk, esquivando vehículos de toda clase y gesticulando algunas incoherencias para mí con los otros choferes. Ya ingresando al corazón del mercado nos internamos por unas estrechas calles multicolores donde podías observar la gran cantidad de cables de electricidad tendidos en forma desordenada por todos los techos, donde de vez en cuando pequeños monos se balanceaban. El comercio era muy activo esa tarde y la gente podía adquirir todos los productos que a uno se le pudieran ocurrir.
Los olores y sonidos parecían inundar mis sentidos en un paseo que disfruté al máximo. Por supuesto tuvimos algunas paradas porque en el esquema comercial de negocio de Akbar, él me llevaba a ver algunos productos como especias, pashmina (prendas de vestir típicas de la India) muy bonitas, ente otros. Deduje que Akbar recibía un incentivo económico de los propietarios de estas tiendas pero aunque compré pocas cosas disfruté regateando el precio y en todas recibí un excelente trato y hasta me invitaron una botella de agua mineral.
Lo que más me sorprendió fue la calle de las especias donde se podía apreciar bultos abiertos ofreciendo su variada mercancía la misma que animara a los primeros viajeros a recorrer el mundo en búsqueda de este valioso cargamento. No solo mi vista se regocijaba con los colores, porque de pronto sentí mis fosas nasales inundadas por olores diferentes provenientes de azafranes, ajíes, masala, canela y un sinfín más de aromas indescifrables para mí. Debo reconocer que debí cubrirme por un momento la nariz y respirar con un pañuelo por la intensidad de los olores. En medio de esas calles desembocamos a un callejón estrecho, luego recorrimos unas escaleras oscuras y desembocamos a un techo que servía de increíble mirador.
No podía terminar este paseo sin degustar un delicioso pollo Tikka Masala y un plato de curry, acompañado de Nan. El restaurante se veía muy concurrido y estaba ubicado en el centro del mercado, era lo que conocemos como un huarike (lugar típico no muy conocido en el circuito turístico y para conocedores locales). Disfruté la comida y después me tocó abordar nuevamente mi helicóptero para regresar donde me esperaba un taxi para llevarme de vuelta al hotel. Si van a Delhi no dejen de abordar un helicóptero y visitar el mercado de Chandni Chowk, lo disfrutarán tanto como yo.