«Los mortales se atreven, ¡Ay!, siempre a culpar a los dioses porque dicen que todos sus males nosotros les damos, y son ellos que, con sus locuras, se atraen infortunios que el Destino jamás decretó»
Homero
Hoy un titular resalta en la tapa de los diarios del mundo y también inunda las redes sociales: Putín ha sido reelegido hasta el 2024. Con estos resultados electorales el presidente ruso va por su cuarto período. Hace unos días otro líder de una de las potencias del mundo actual Xi Jinping fue reelegido como presidente de China. En general la historia de los líderes que se rehúsan a dejar el poder una vez conseguido es amplia y no hace distinción de orientación política ni de situación económica.
Muchos de los empobrecidos países africanos han sido tomados por dictadores que se negaron a dejar el poder, en la región latinoamericana tenemos varios casos que van desde el célebre Fidel Castro en Cuba hasta Hugo Chávez en Venezuela que dejaron el poder sólo con su muerte. Recientemente Evo Morales con la aprobación del tribunal constitucional boliviano podrá postular las veces que desee eliminándose la reelección inmediata. En Ecuador Rafael Correa antes de retirarse había logrado aprobar la reelección indefinida en su país, medida que fue posteriormente derogada por el actual presidente Moreno.
¿Pero qué hace que los gobernantes no quieran dejar el poder una vez que lo obtuvieron? Al respecto el médico británico David Owen ha escrito un interesante libro donde analiza cómo el poder literalmente enferma a las personas que lo ostentan y en su estudio se centra en el caso de los jefes de estado. Él rescata el término que viene del griego “hybris” para describir ese síndrome que ataca a los políticos que ostentan el poder por un período de tiempo y los hace presa de un sentimiento de exceso de confianza en sí mismos, lo que los lleva a pensar que son superiores a los demás, que han sido elegidos para guiarlos y que empiezan a creerse capaces de cualquier cosa. Es muchas veces este exceso de confianza lo que los lleva a sobreestimar la realidad que los rodea para que finalmente se encuentren con su “némesis”.
El némesis es una fuerza que representa su castigo y que los llega a destruir “metafóricamente”. Al final la única forma de recuperar la cordura es perder el poder y mantenerse alejado a sus efectos nocivos. El sistema democrático, el equilibrio de poderes y la alternancia son en teoría mecanismos que libran a los gobernantes de los excesos y a los ciudadanos de las consecuencias de esos excesos, sin embargo al parecer en el mundo hay una tendencia al personalismo y egocentrismo político que busca debilitar y reducir a la mínima expresión estos controles.
En palabras de David Owen nos encontramos ante la historia del héroe que se gana la gloria y la aclamación, dejando que el éxito se le suba a la cabeza. Esa será su perdición tarde o temprano. No en vano cuando un general romano volvía de una campaña militar exitosa e ingresaba a Roma recibido por los honores del pueblo compartía la litera con un esclavo que le susurraba al oído “eres mortal”, para evitar que este naufragara ante los encantos del poder.
El gran peligro que la historia de la humanidad no se cansa en repetirnos ha estado siempre en los actos de aquellos líderes que tratando de llevar bienestar a su pueblo a “su manera”, prestan oídos sordos a los consejos prudentes para seguir sólo ese único camino, consiguiendo resultados perjudiciales para ese pueblo.
La población civil necesita estar atenta a estas tendencias y preparada para protegerse. La única forma de curar esa embriaguez, es despojar del poder a ese líder envanecido en su propia gloria y procurar que tanto el sistema democrático como la alternancia de poder prevalezcan. No son tiempos auspiciosos para la democracia en el mundo, sin embargo siempre tenemos la esperanza de que aparezca la diosa Némesis para poner las cosas en orden.
Una respuesta
Podrías escribir sobre la diferencia entre autoridad y liderazgo