Respuesta de la sociedad civil en tiempos de crisis

«Revoluciona la conciencia, que las demás se darán como consecuencia de aquella»

 Abel Pérez Rojas

 

Han pasado ya varios días que se van convirtiendo en semanas y siguen apareciendo audios que comprometen aún más a algunas autoridades en su dudoso proceder pero la defensa que ellas o sus aliados hacen se vuelve también cada vez más férrea. Se sigue produciendo un intercambio de amenazas entre los representantes de los poderes del Estado a vista y paciencia de la población, como si no existiéramos, como si solamente nos hubiéramos convertido en una suerte de comparsa de un desfile al cuál no fuimos invitados.

¿No se supone que nuestro bienestar como sociedad debería ser el fin último de los esfuerzos de esas autoridades? Si la respuesta es afirmativa entonces nos preguntamos por qué se empecinan en aferrarse a sus cargos y nos dan la espalda como si no existiéramos. Si se ha puesto al descubierto que sus intereses eran personales y no al servicio de la ciudadanía como era su mandato ¿por qué continúan aún allí burlándose de nosotros?

¿Qué hacer como sociedad civil? Primero tenemos el derecho y la obligación de indignarnos porque no es justo que sucedan esas cosas en nuestras narices. No debemos permitir que sus mensajes públicos donde pretenden justificar lo injustificable nos adormezcan o distraigan de lo que debiera ser lo correcto. Hay que manifestarse como sociedad desde nuestra posición y con firmeza. Algunos saldrán a la calle, otros optarán por usar los medios de comunicación y seguro una gran mayoría optará por hacer uso de las redes sociales. Los colectivos ciudadanos y asociaciones de toda índole deben manifestarse también. La academia no puede darle la espalda a su responsabilidad moral en estos tiempos y debe ser promotora de un debate alturado pero firme sobre valores y dar una respuesta en estos tiempos de crisis moral.

También el ciudadano de a pie debe aprovechar esta coyuntura para reflexionar en sus actividades cotidianas de cómo puede contribuir a una mejor sociedad. Si dejo de tirar una cáscara de plátano por la ventanilla del transporte público, si evito pasarme una luz roja o si en lugar de corromper a un policía muestro más respeto por las normas viales, también estaré contribuyendo. Estos actos aunque pequeños representan en esencia una semilla de cambio y si permitimos que nuestros hijos observen estas acciones se convertirán en la promesa de un futuro mejor donde nuevas generaciones tendrán esperanza de un país diferente.

La educación es una piedra angular que nos dará garantías de que es posible un cambio y avance como sociedad. La educación requiere un cambio de conciencias y esto sólo es posible en los niños por eso la gran responsabilidad de los padres y de los maestros de primaria. Los medios masivos de comunicación con una campaña de cambio de valores reforzada por las redes sociales o viceversa pueden brindar un contexto que promueva el cambio de actitudes hacia un mejor país.

Asumir con conciencia mi responsabilidad política también es importante en estos tiempos. Por un lado debemos procurar que mejores cuadros accedan a ser candidatos, por lo tanto llegó el momento para los profesionales de atreverse a arriesgar y no quedarse en la comodidad que brinda el sector privado. También puedo elegir mejor si contribuyo con mi voto informado y para eso se necesitan mecanismos de transparencia no sólo de la gestión pública sino también de los candidatos a cargos públicos. Allí las ONG o colectivos de ciudadanos también pueden ayudar.

Llegó el momento de tomar partido por una opción frente a esta crisis de valores. La peor opción siempre significará mantenerse al margen porque como el gran poeta Dante describiera en su gran obra “La Divina Comedia”, el infierno y sus lugares más oscuros estarán reservados para quienes se mantienen neutrales en tiempos de crisis moral. El infierno más terrenal podemos entenderlo como ver destruida nuestra sociedad, ver morir las esperanzas de nuestros hijos o simplemente sufrir la pena de la partida de los nuestros porque aquí no hay porvenir como ya lo hicieron antes otras generaciones.

 

 

 

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